viernes, 26 de marzo de 2010

Ficción: estado del Arte 26/03/10

Son artículos leídos en Internet que aportan información interesante sobre los mecanismos internos del arte de la ficción:

El afinador de habitaciones, de Celso Castro, en El lamento de Portnoy. Me gusta esta reseña. Un extracto:
La novela se convierte en un caos compulsivo que fluye torrencialmente o, más bien, en la caída de una gigantesca avalancha que arrastra todo a su paso.
El problema es el coñac, o la gratitud, o los fantasmas…
No. El problema lo causan Niestche, Maiakovski, Daudet, Beckett…
No. El problema consiste en no poder vivir en un mundo estrictamente literario, en que vivimos en uno en el que la realidad debe ser ahogada en coñac.
No. El problema consiste en que las historias que inventamos son más perfectas que las reales. Si Beckett fue apuñalado debemos inventar una historia sobre ese hecho que se ajuste a nuestra visión del mundo. Si un príncipe ruso afina habitaciones debemos aceptarlo a pesar de su falta de plausibilidad. Es una historia coherente y convenientemente poética, es una historia que nos libra de la ansiedad, los fantasmas y el coñac.
Daudet hablaba con una alfombra.
No. El problema consiste en que las palabras no tienen voluntad, no quieren decir nada [...]

No. El problema consiste en que nuestro mundo nos enferma y la literatura nos salva. Y por lo general se contempla al revés. Somos enfermos de literatura, nadie enferma de realidad.

viernes, 12 de marzo de 2010

"Snuff", una novela ambientada en la industria del porno

[caption id="attachment_500" align="aligncenter" width="158" caption="Chuck Palahniuk"][/caption]

Hubo un tiempo en que aguardaba con expectación la publicación de cada nueva novela de Chuck Palahniuk. No recuerdo en qué momento perdí el interés, pero lo cierto es que los últimos trabajos del autor de Asfixia han sido una completa decepción. Ahora se publica en España su antepenúltima novela, Snuff.

Madrid, 12 mar (EFE).- Con un cerebro diseñado para captar la podredumbre social, Chuck Palahniuk saca a pasear su pluma afilada y corrosiva en "Snuff", una novela ambientada en la industria del porno y que "destila la existencia humana a sus más básicos instintos".
"La pornografía es atractivo físico, placer y todas las consecuencias del sexo, ya sean bebés, amor o herpes", explica a Efe Chuck Palahniuk, que define como "muy tradicional" la ubicación de "una historia romántica" en "un universo hipersexual".
"El porno siempre ha estado entre nosotros, y algunas obras de arte que han pasado a la eternidad se han desarrollado en escenarios que parecían escandalosos para su época", afirma el escritor estadounidense, que cita como ejemplo "esa ópera de Mozart que tiene lugar en un harén, 'El rapto del Serrallo'".

Responsable de textos como "El club de la lucha", "Superviviente" o "Rant", Palahniuk despliega su habitual, destructivo hiperrealismo en "Snuff" (Mondadori), que llega a los escaparates españoles dos años después de su publicación en Estados Unidos.

La ecuación es tan increíble como elemental: una mujer, quinientos hombres y un récord mundial, el del mayor número de actos sexuales consecutivos. Partiendo de esos ingredientes, el novelista presenta una historia de consoladores, cuerpos bronceados, soledad, paternidad y, sobre todo, vidas frustradas.

Cassey Wright es esa mujer de pasado oscuro y presente suicida que, tras muchos años encumbrada a los altares de las películas para adultos, decide acabar a lo grande su carrera en el porno. "Quiere morir porque es lo más cómodo, pero también hay un motivo noble en sus actos", afirma Palahniuk, que a nivel personal no parece tan desencantado con la raza humana como puedan sugerir sus escritos.

"La idea de la confianza empieza en uno mismo, es decir, si tú puedes confiar o no en los demás; si desconfías de todo el mundo, es inevitable que al final te sientas decepcionado", expone este autor de culto y dueño de un oscuro sentido de la alegría: "Me basta que alguien no muera para que me parezca un final feliz".

Con una precisión que envidiaría cualquier cirujano, Palahniuk describe de forma incisiva y en profundidad a Cassey Wright, Sophie y los señores 600, 72 y 137, los cinco personajes que protagonizan su noveno libro. "De todos ellos, la historia más cruel es la del señor 600, un hombre estúpido e hiriente", detalla el escritor.

Aunque plasmados en universos ficticios, los trabajos de Chuck Palahniuk siempre están salpicados de continuas referencias reales, una tendencia de la que no se libra "Snuff".

"Todos recopilamos historias de la vida real para justificar nuestras acciones; Cassey Wright lo hace para mostrar cómo otros actores sufrieron o murieron en la búsqueda del mayor realismo para su arte", manifiesta el autor, que se rebela contra una hipotética falta de truculencia en su última obra.

"La gente no puede esperar que todas mis novelas sean iguales, y me alegro de decepcionar a los que piensen así. Quizás mi próximo libro trate de corderitos y gatitos sonrientes que corretean por un campo de margaritas", bromea.

Mientras "Snuff" llegaba a España, Palahniuk ha tenido tiempo para publicar una décima novela -"Pygmy"- y ultimar los detalles de la undécima, "Tell all", que se editará en Estados Unidos el próximo 4 de mayo.

"Es la historia de una envejecida estrella de cine que se enamora de un joven asesino que la acecha", avanza el literato sobre este "romance lleno de asesinatos" que supone su primera incursión en "los libros de crímenes reales".

Por su parte, las compañías cinematográficas continúan dándose tortas por adquirir los derechos de las novelas de Palahniuk, que se convirtió en una suerte de gurú generacional tras la adaptación cinematográfica de "El club de la lucha", dirigida por David Fincher.

"Parece que 'Nana' va a ser la siguiente, y también he vendido hace poco los derechos de 'Snuff'. ¡Los milagros existen!", proclama.

Después de leer la nota de prensa tengo la impresión de que es más de lo mismo. Ojalá algún día nos demuestre lo contrario, pero lo cierto es que Palahniuk simplemente no ha estado a la altura literaria de lo que se esperaba de él.

jueves, 11 de marzo de 2010

Ficción: estado del Arte 11/03/10

Son artículos leídos en Internet que aportan información interesante sobre los mecanismos internos del arte de la ficción:

  • Fin, de David Monteagudo. - Una crítica demoledora y muy lúcida de una de esas pésimas novelas que, sin embargo, triunfa notablemente.


La primera frase de Fin dice: "El teléfono sonó una, dos, tres veces." Las posibilidades de que una novela así iniciada sea buena son de 1:1.000.000.000. El personaje descuelga "a la mitad de un nuevo timbrazo" (?). Y: "Sí, diga, dijo mientras el auricular viajaba todavía hacia su oreja". Soy incapaz de leer 300 páginas de este tenor. Lo siento mucho.

La primera frase de una novela marca su estilo. "Me jode ir al Kronen los sábados por la tarde porque está siempre hasta el culo de gente": sabemos aquí quién narra, un hombre joven, urbano, deslenguado. "El tren olía a bolígrafo" (Unai Elorriaga): sabemos aquí el mundo donde nos metemos, surreal e infantil. "Mamá murió ayer": sabemos que la cosa va a ser dura, sin concesiones.

Lo sabemos y la novela nos da la razón en cada página. Historias del Kronen, El pelo de van Hoff y El extranjero secundan nuestra expectativa.

La expectativa de "El teléfono sonó una, dos, tres veces" nos aboca a lo anodino. Y anodino es todo lo que sigue.

martes, 9 de marzo de 2010

Herramientas para construir una trama sin caer en un ataque de nervios


Toda novela se sustenta en tres aspectos que conforman un todo, si bien por motivos didácticos se suelen analizar por separado. Estos son:



Así que tenemos una idea para una novela. Urdimos una escena inicial que nos parece muy adecuada para comenzar la historia. Tenemos unos personajes que ponemos en movimiento en esos primeros compases del relato, que parecen cobrar vida. De acuerdo. Y ahora, ¿por dónde seguir? Algunos escritores nos encontramos con esos confusos momentos en los que la novela tiene una cierta entidad abstracta en nuestra cabeza y, sin embargo, resula desalentadoramente difícil materializarla en el papel. Cada vez que planteamos una situación nos genera una serie de interrogantes sobre como resolverla. Luego la enfocamos de otra manera, pero cada vez que abordamos un cabo suelto encontramos que, simplemente, plantea más interrogantes..., y así sucesivamente hasta caer en un ataque de nervios. De manera que necesitamos una herramienta para tomar un atajo en esta confusa fase inicial.

En definitiva, el escollo lo encontramos al tratar de crear la trama detallada, al intentar construir un esbozo cronológico y secuencial que haga que el argumento impregne los actos de los personajes, y viceversa. El objetivo: conducir a los personajes desde el principio al final del relato.

Existe una regla fundamental que nunca debemos perder de vista, esto es, que el relato debe fluír según el siguiente orden:

Idea -> Personajes -> Trama generada por los personajes -> Desarrollo y pormenores de la trama que expresan la idea

En realidad, los tres aspectos avanzan simultáneamente, con pausas y comienzos para hacer ajustes en uno de ellos al objeto de avanzar, o para potenciar cualquiera de los otros. Sin embargo, el orden de importancia debe ser siempre: idea, personajes, trama inspirada por los personajes y pormenores de la trama.

Esto significa que siempre se deben crear los pormenores de la trama (la secuencia cronológica de acontecimientos) después de haber dado vida a los personajes. En realidad, la trama, todo lo que suceda en la novela, debe fluír de forma natural del personaje. No obstante, existen casos en los que la trama no fluye del personaje, sino que éstos son arrastrados por los acontecimientos, de un lugar a otro, sin que su carácter, sus decisiones o sus motivaciones influyan lo más mínimo en los sucesos en los que se ven involucrados. Este tipo de tramas constituyen lo que suele conocerse como novela de aventuras. Pero incluso en las novelas de aventuras, al menos aquellas que alcanzan cierta altura literaria, los personajes tienen algo que decir, son dueños de sus actos y empujan en cierto sentido a la trama hacia su resolución.

Dicho de otra forma, podemos caer en la tentación de desarrollar primero la trama (por ejemplo, inspirada en un extraordinario suceso leído en el periódico) y luego simplemente poblarla con los personajes, pensados expresamente para la ejecución de la misma. Sin embargo esto no funcionará. Lo único que obtendremos será una trama vacía y unos personajes de cartón piedra, risibles, poco creíbles.

Sólo dando prioridad a los personajes la novela eleverá su nivel y se convertirá en una obra de arte, en literatura.

Dicho lo anterior, seguimos teniendo la necesidad de expresar nuestras ideas de una forma progresiva y lógica, relacionando a los personajes entre sí y propiciando que éstos avancen en la dirección que, como escritores y dueños de la historia, queremos conducirlos. Es lo que anteriormente llamé los pormenores de la trama. Y es aquí donde con frecuencia podemos caer en la confusión y en la desesperación. Afortunadamente, existen algunas herramientas para ayudarnos.
El acontecimiento y el mensaje. Éstos son los dos instrumentos más importantes para crear los pormenores de la trama. Un acontecimiento es algo que le ocurre a un personaje, externa o internamente, en el mundo real y objetivo, o subjetivamente en su mente. Toda narración consta de una serie de acontecimientos. Por su parte, el mensaje es la tesis o idea que, como escritores, queremos comunicar. Puede ser muy concreta ("la pérdida de un valor", "un sentimiento de ira", "un acto de superación", etc.); o abastracta ("los occidentales ya no saben amar", "el capitalismo es un error", "el sinsentido de la condición humana", etc.). En ambos casos, se trata de concebir hechos que ilustren nuestra idea. Es decir, los hechos narrados deben determinar circunstancias que permitan a su personaje (o al narrador) hacer una observación que exprese su tesis.

En un paralelismo cinematográfico, podemos imaginar esta fase como la escritura de la sinopsis de las escenas clave. Una película se crea por agrupación de imágenes, llamadas escenas clave, que tienen sentido por sí mismas. Todo relato contiene escenas, (entendidas en el sentido amplio, ya que incluso si se trata de reflexiones interiorizadas de los personajes podemos visualizarlas en nuestra mente como tales), escenas que en sí mismas constituyen el germen alrededor del cual crece toda novela.

Es probable que imaginemos un gran número de éstos acontecimientos. O que una escena especialmente intensa o interesante venga a nuestra mente de repente. Las escenas se nos pueden ocurrir sobre la marcha, en cualquier fase del desarrollo de la novela, y no necesariamente tienen por qué encajar con el instante temporal que estamos escribiendo en ese momento. En ocasiones ni siquiera sabremos dónde encajarlas. Para no olvidarlas es útil anotar cada una de ellas en fichas, de forma que podamos recurrir a ellas tiempo después. Bastará con un párrafo y un sucinto texto descriptivo. El resultado será una lista que podremos enumerar, ordenar, etc.

En un principio no debemos preocuparnos del orden de los acontecimientos, simplemente dejaremos volar nuestra imaginación y anotaremos todos los acontecimientos que surjan en nuestra mente al pensar en nuestros personajes y en el mensaje que queremos mostrar en la novela. Disponer de una serie de escenas esbozadas de antemano nos ayudará enormemente a avanzar en la narración y a evitar quedarnos estancados. Será más tarde, en el transcurrir de la historia, cuando hagámos uso de éstos acontecimientos según vayamos necesitándolos. En realidad, serán nuestros personajes y sus motivaciones quienes avancen de forma natural hacia estos acontecimientos.

En la novela Plataforma, de Michel Houellebecq, tenemos un claro ejemplo de cómo el autor ha concebido la narración de forma similar a la que acabamos de describir. Houellebecq utiliza la novela como vehículo de expresión de una serie de ideas propias que quiere transmitirnos: el cinísmo de la sociedad de consumo, la pérdida de la capacidad de amar de los occidentales, su forma de concebir el sexo, la amarga visión sobre el turismo en general y el turismo sexual en particular, etc. Es difícil imaginar que el autor haya comenzado a escribir la novela sin una idea preconcebida y estos temas hayan surgido de forma natural. Muy al contrario, es evidente que los personajes han sido creados a medida para ilustrar las tesis que desea exponer: Michel, el personaje principal, un apático funcionario de cuarenta años, que detesta la hipocresia con la que hombres y mujeres urden sus relaciones íntimas y que, incapaz de aceptar ese juego, se siente solo e insatisfecho; Valérie, directiva de una importante agencia de viajes, que triunfa en lo profesional pero inadaptada en su fuero interno, en su forma deshinibida de entender la sexualidad; y por último, Jean-Yves, alto ejecutivo y jefe de Valérie, insatisfecho y profundamente infeliz por culpa de su matrimonio frustrado y de una esposa a la que comienza a odiar. Houellebecq desea hablar sobre el turismo sexual, así que lleva a su protagonista a unas vacaciones a Tailandia. El orden de lo que ocurre durante el viaje no tiene la menor importancia, únicamente le servirá al autor como excusa para mostrar una serie de escenas con las que expresar sus ideas sobre el turismo sexual. El protagonista conocerá allí a Valérie, con quien inciará una relación. Valérie, casualmente, acaba de adquirir junto con su jefe Jean-Yves la responsabilidad de poner en marcha una red de resorts turísticos en todo el mundo. Michel Houellebecq está interesado en explorar lo que ocurriría si se pusiera en marcha una red mundial de hoteles en los que el sexo se practicase libremente, y eso será precisamente lo que llevarán a cabo Valérie y Jean-Yves para sacar adelante el negocio hotelero en crisis. No obstante, hay que recalcar que los actos de los personajes deben fluir de manera natural y no forzosa. Por ello, hasta poner en marcha la red, Houellebecq ha sido cuidadoso en dejar muy claro durante las doscientas páginas anteriores los motivos que llevan a cada uno de los personajes a tomar dicha decisión. La novela perdería credibilidad, todo se echaría por tierra, si un día un alto ejecutivo de una de las multinacionales hoteleras más importanes de Francia tuviese la feliz idea de convetir sus hoteles en prostíbulos. Sin duda el autor hubiese podido expresar de igual forma sus tesis, pero la novela hubiese resultado un panfleto difícilmente publicable.

Para acabar, insistir en la idea de que toda narración ha de fluir en el siguiente orden, en un círculo que se realimenta a sí mismo:

Idea -> Personajes -> Trama generada por los personajes -> Desarrollo y pormenores de la trama que expresan la idea

miércoles, 3 de marzo de 2010

Artículos leídos el 03/03/2010

Son artículos leídos en Google Reader que por algún motivo me han llamado la atención:


  • Chamorro y Bevilacqua vuelven a la carga en 'La estrategia del agua'. - Una nueva entrega de la saga protagonizada por el atípico investigador de la guardia civil Rubén Bevilacqua. Aunque, en mi opinión, como novela solo 'El Alquimista impaciente' mantiene un buen nivel, el resto de novelas basadas en este personaje y su compañera la agente Chamorro siempre resultan amenas y, sobre todo, ilustrativas de una realidad (el ámbito judicial y el mundo de la guardia civil) poco explotada en la novela española. En el artículo podemos leer sobre las ideas centrales que motivaron a Lorenzo Silva a escribir esta nueva novela.

martes, 2 de marzo de 2010

Diez preguntas para mantener un relato bajo control



Cada escritor aborda el trabajo de escribir una novela de forma diferente. Algunos se lanzan escribir a una palabra tras otra, una frase tras otra, sin mirar atrás, y solo cuando han llegado al final se preocupan de revisar si han conseguido o no lo que esperaban. No permiten que ninguna consideración relativa a la técnica literaria se interponga en el camino de la emoción de escribir un libro. Una vez finalizado el primer borrador llega el momento de invertir mucho esfuerzo en el trabajo de reescritura. La idea es volcarse primero en la narración para  averiguar después qué es lo que no marcha. De esta forma se potencia la frescura y la creatividad frente a la pura técnica.

Hay, sin embargo, quienes opinan que este sistema supone una enorme pérdida de tiempo y que, además, puede desembocar en una catástrofe. El relato puede acabar escapándose de las manos, derivando hacia derroteros nada satisfactorios o muriendo por su propia inercia por la ausencia de motivaciones que dinamicen la trama. Estos escritores preferirán poder visualizar en su cabeza todo el desarrollo de la obra antes de comenzar a escribir una sola palabra. En este caso, el inconveniente reside en que el escritor puede encontrarse con algunas ideas estimulantes que surjan durante la escritura y que tengan difícil encaje en el desarrollo previsto, lo cual puede acarrear frustraciones y cierta tensión que acabe afectando seriamente a la novela.

Evidentemente cada escritor elige el método que más le conviene, pero en la mayoría de los casos la forma de trabajar será algo intermedio entre los dos extremos (aunque he leído descripciones de métodos de trabajo de escritores que podrían ajustarse perfectamente a la primera o a la segunda categoría).

Conviene por tanto tener un plan de vuelo preparado antes de ponerse en marcha, así como una serie de indicadores durante todo el camino que nos digan si avanzamos en la dirección correcta. Podremos por supuesto apartarnos del rumbo previsto, pero sin llegar a divagar tanto que obtengamos un relato deshilvanado en el que nada encaje.

Una excelente forma de calibrar nuestro dominio del relato en cada momento consiste en hacernos las diez preguntas que se exponen a continuación. Podemos planteárnoslas antes, después, o en cualquier momento a lo largo del proceso de escritura. Si podemos contestarlas todas, será un indicador de que poseemos un férreo control del relato. En el otro extremo, si no tenemos una respuesta clara, será señal de que no tenemos una idea precisa de cuál es la historia que estamos contando y lo que deseamos hacer con ella.

  1. En cincuenta palabras, ¿cuál es la idea básica de la historia?

  2. ¿Cuál es el objetivo de los personajes principales? (¿Qué es lo que desean?)

  3. ¿Cual es la motivación de los personajes princiaples? (¿Por qué lo desean?)

  4. ¿Qué o quién se interpone en el camino de los personajes principales?

  5. ¿Qué planes tienen los personajes para llevar a cabo su empeño?

  6. ¿Cuál es el principal conflicto en la historia?

  7. ¿Cómo es la naturaleza del cambio de los personajes principales a lo largo de la historia?

  8. ¿Cual es el detonante de la historia? ¿Dónde empieza?

  9. ¿Cómo se mantiene la tensión durante la historia?

  10. ¿Cómo van a abordar los personajes el climax del relato?


Personalmente, encuentro de inestimable ayuda estas preguntas a la hora de esbozar el argumento de la historia que deseo escribir. Es probable que en los momentos preliminares las respuestas no sea nítidas. A veces se trata simplemente de ideas difusas. Después, durante el desarrollo del relato suelo volver una y otra vez a hacerme estas preguntas para tratar de comprender si la historia avanza de modo satisfactorio. Por último, el relato o novela se acerca a su conclusión cuando todas y cada una de ellas obtiene una respuesta clara y carente de ambiguedad. Es la señal de que la novela está cerrada.

lunes, 1 de marzo de 2010

Artículos leídos el 01/03/2010

Son artículos leídos en Google Reader que por algún motivo me han llamado la atención:

  • En Nadar-dos-pájaros – Flann O’Brien. - La metaficción es ficción que habla de la ficción, que llama la atención sobre el hecho de que lo que estamos leyendo es algo inventado y donde el autor habla sobre los propios procedimientos de composición que utiliza, sobre sus problemas y sus frustraciones a la hora de construir una narración. Sin duda, en esta novela el autor riza el rizo:


Así, Flann O’Brien escribe En Nadar-dos-pájaros, novela protagonizada por un joven estudiante que se ocupa en lo que él mismo denomina «literatura de tiempo de ocio», escribiendo una novela. Ésta versa sobre un autor que emprende la escritura de una novela de intenciones moralizantes, pero cuyos personajes se rebelan a la trama pergeñada por el escritor y se deciden a escribir a su vez una novela diferente de la imaginada por su creador.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, el genio de O’Brien es capaz de añadir un nuevo enredo: Dermot Trellis, el autor que intenta acometer la escritura de una novela moralizante, considera innecesario crear personajes nuevos para su obra y decide servirse de otros ya existentes, cuyas características se adapten a los roles que precisa. Para ello, pide prestados personajes a otros autores y, por ejemplo, cuenta con un par de vaqueros de una novela del oeste, para interpretar pequeños papeles en su nueva obra. Pero para estos personajes reutilizados, es difícil desprenderse de sus papeles anteriores, lo que da lugar a no pocos conflictos.


  • The Unname. - Una novela y un autor que prometen:


Y el protagonista de The Unnamed –narrada en tercera persona del singular– es un tal Tim Farnsworth. Uno de los tantos protagonistas del Sueño Americano: felizmente casado con la hermosa Jane, socio admirado y envidiado en un bufete de abogados top (otra vez, guiños a Joseph Heller), padre de hija adolescente con problemas normales (Becka, que aporrea su guitarra para cantar sus blues) y, nada es del todo perfecto, desconcertado poseedor de una rara dolencia. Una de esas enfermedades freaks acerca de las que suele escribir Oliver Sacks (y Sacks tiene un perfecto cameo en The Unnamed) y que es aquello “sin nombre” o “innombrable” a lo que se refiere el título del asunto. Y la cosa es así: de tanto en tanto y cada vez más seguido (el lector siente un escalofrío cada vez que lee y escucha eso de “Ha vuelto”), Tim Farnsworth sufre arrebatos incontrolables que le hacen dejar lo que esté haciendo (el amor, recitando un alegato, mirando televisión, lo que sea), ponerse de pie, y salir a caminar hasta la extenuación en una desconocida y extrema variante de lo que se conoce como síndrome de piernas inquietas. Lluvia dura o sol furioso o nieve pesada. Vestido o desnudo. Allá va, allá sale Tim Farnsworth. Y Jane o Becka se quedan en casa, desesperadas primero y resignadas después, esperando la llamada telefónica de Tim Farnsworth que, después de salir de su tránsito de sonámbulo despierto, les pedirá que, por favor, pasen a buscarlo por cafeterías insomnes o bordes de autopistas o bancos de plaza.