martes, 9 de marzo de 2010

Herramientas para construir una trama sin caer en un ataque de nervios


Toda novela se sustenta en tres aspectos que conforman un todo, si bien por motivos didácticos se suelen analizar por separado. Estos son:



Así que tenemos una idea para una novela. Urdimos una escena inicial que nos parece muy adecuada para comenzar la historia. Tenemos unos personajes que ponemos en movimiento en esos primeros compases del relato, que parecen cobrar vida. De acuerdo. Y ahora, ¿por dónde seguir? Algunos escritores nos encontramos con esos confusos momentos en los que la novela tiene una cierta entidad abstracta en nuestra cabeza y, sin embargo, resula desalentadoramente difícil materializarla en el papel. Cada vez que planteamos una situación nos genera una serie de interrogantes sobre como resolverla. Luego la enfocamos de otra manera, pero cada vez que abordamos un cabo suelto encontramos que, simplemente, plantea más interrogantes..., y así sucesivamente hasta caer en un ataque de nervios. De manera que necesitamos una herramienta para tomar un atajo en esta confusa fase inicial.

En definitiva, el escollo lo encontramos al tratar de crear la trama detallada, al intentar construir un esbozo cronológico y secuencial que haga que el argumento impregne los actos de los personajes, y viceversa. El objetivo: conducir a los personajes desde el principio al final del relato.

Existe una regla fundamental que nunca debemos perder de vista, esto es, que el relato debe fluír según el siguiente orden:

Idea -> Personajes -> Trama generada por los personajes -> Desarrollo y pormenores de la trama que expresan la idea

En realidad, los tres aspectos avanzan simultáneamente, con pausas y comienzos para hacer ajustes en uno de ellos al objeto de avanzar, o para potenciar cualquiera de los otros. Sin embargo, el orden de importancia debe ser siempre: idea, personajes, trama inspirada por los personajes y pormenores de la trama.

Esto significa que siempre se deben crear los pormenores de la trama (la secuencia cronológica de acontecimientos) después de haber dado vida a los personajes. En realidad, la trama, todo lo que suceda en la novela, debe fluír de forma natural del personaje. No obstante, existen casos en los que la trama no fluye del personaje, sino que éstos son arrastrados por los acontecimientos, de un lugar a otro, sin que su carácter, sus decisiones o sus motivaciones influyan lo más mínimo en los sucesos en los que se ven involucrados. Este tipo de tramas constituyen lo que suele conocerse como novela de aventuras. Pero incluso en las novelas de aventuras, al menos aquellas que alcanzan cierta altura literaria, los personajes tienen algo que decir, son dueños de sus actos y empujan en cierto sentido a la trama hacia su resolución.

Dicho de otra forma, podemos caer en la tentación de desarrollar primero la trama (por ejemplo, inspirada en un extraordinario suceso leído en el periódico) y luego simplemente poblarla con los personajes, pensados expresamente para la ejecución de la misma. Sin embargo esto no funcionará. Lo único que obtendremos será una trama vacía y unos personajes de cartón piedra, risibles, poco creíbles.

Sólo dando prioridad a los personajes la novela eleverá su nivel y se convertirá en una obra de arte, en literatura.

Dicho lo anterior, seguimos teniendo la necesidad de expresar nuestras ideas de una forma progresiva y lógica, relacionando a los personajes entre sí y propiciando que éstos avancen en la dirección que, como escritores y dueños de la historia, queremos conducirlos. Es lo que anteriormente llamé los pormenores de la trama. Y es aquí donde con frecuencia podemos caer en la confusión y en la desesperación. Afortunadamente, existen algunas herramientas para ayudarnos.
El acontecimiento y el mensaje. Éstos son los dos instrumentos más importantes para crear los pormenores de la trama. Un acontecimiento es algo que le ocurre a un personaje, externa o internamente, en el mundo real y objetivo, o subjetivamente en su mente. Toda narración consta de una serie de acontecimientos. Por su parte, el mensaje es la tesis o idea que, como escritores, queremos comunicar. Puede ser muy concreta ("la pérdida de un valor", "un sentimiento de ira", "un acto de superación", etc.); o abastracta ("los occidentales ya no saben amar", "el capitalismo es un error", "el sinsentido de la condición humana", etc.). En ambos casos, se trata de concebir hechos que ilustren nuestra idea. Es decir, los hechos narrados deben determinar circunstancias que permitan a su personaje (o al narrador) hacer una observación que exprese su tesis.

En un paralelismo cinematográfico, podemos imaginar esta fase como la escritura de la sinopsis de las escenas clave. Una película se crea por agrupación de imágenes, llamadas escenas clave, que tienen sentido por sí mismas. Todo relato contiene escenas, (entendidas en el sentido amplio, ya que incluso si se trata de reflexiones interiorizadas de los personajes podemos visualizarlas en nuestra mente como tales), escenas que en sí mismas constituyen el germen alrededor del cual crece toda novela.

Es probable que imaginemos un gran número de éstos acontecimientos. O que una escena especialmente intensa o interesante venga a nuestra mente de repente. Las escenas se nos pueden ocurrir sobre la marcha, en cualquier fase del desarrollo de la novela, y no necesariamente tienen por qué encajar con el instante temporal que estamos escribiendo en ese momento. En ocasiones ni siquiera sabremos dónde encajarlas. Para no olvidarlas es útil anotar cada una de ellas en fichas, de forma que podamos recurrir a ellas tiempo después. Bastará con un párrafo y un sucinto texto descriptivo. El resultado será una lista que podremos enumerar, ordenar, etc.

En un principio no debemos preocuparnos del orden de los acontecimientos, simplemente dejaremos volar nuestra imaginación y anotaremos todos los acontecimientos que surjan en nuestra mente al pensar en nuestros personajes y en el mensaje que queremos mostrar en la novela. Disponer de una serie de escenas esbozadas de antemano nos ayudará enormemente a avanzar en la narración y a evitar quedarnos estancados. Será más tarde, en el transcurrir de la historia, cuando hagámos uso de éstos acontecimientos según vayamos necesitándolos. En realidad, serán nuestros personajes y sus motivaciones quienes avancen de forma natural hacia estos acontecimientos.

En la novela Plataforma, de Michel Houellebecq, tenemos un claro ejemplo de cómo el autor ha concebido la narración de forma similar a la que acabamos de describir. Houellebecq utiliza la novela como vehículo de expresión de una serie de ideas propias que quiere transmitirnos: el cinísmo de la sociedad de consumo, la pérdida de la capacidad de amar de los occidentales, su forma de concebir el sexo, la amarga visión sobre el turismo en general y el turismo sexual en particular, etc. Es difícil imaginar que el autor haya comenzado a escribir la novela sin una idea preconcebida y estos temas hayan surgido de forma natural. Muy al contrario, es evidente que los personajes han sido creados a medida para ilustrar las tesis que desea exponer: Michel, el personaje principal, un apático funcionario de cuarenta años, que detesta la hipocresia con la que hombres y mujeres urden sus relaciones íntimas y que, incapaz de aceptar ese juego, se siente solo e insatisfecho; Valérie, directiva de una importante agencia de viajes, que triunfa en lo profesional pero inadaptada en su fuero interno, en su forma deshinibida de entender la sexualidad; y por último, Jean-Yves, alto ejecutivo y jefe de Valérie, insatisfecho y profundamente infeliz por culpa de su matrimonio frustrado y de una esposa a la que comienza a odiar. Houellebecq desea hablar sobre el turismo sexual, así que lleva a su protagonista a unas vacaciones a Tailandia. El orden de lo que ocurre durante el viaje no tiene la menor importancia, únicamente le servirá al autor como excusa para mostrar una serie de escenas con las que expresar sus ideas sobre el turismo sexual. El protagonista conocerá allí a Valérie, con quien inciará una relación. Valérie, casualmente, acaba de adquirir junto con su jefe Jean-Yves la responsabilidad de poner en marcha una red de resorts turísticos en todo el mundo. Michel Houellebecq está interesado en explorar lo que ocurriría si se pusiera en marcha una red mundial de hoteles en los que el sexo se practicase libremente, y eso será precisamente lo que llevarán a cabo Valérie y Jean-Yves para sacar adelante el negocio hotelero en crisis. No obstante, hay que recalcar que los actos de los personajes deben fluir de manera natural y no forzosa. Por ello, hasta poner en marcha la red, Houellebecq ha sido cuidadoso en dejar muy claro durante las doscientas páginas anteriores los motivos que llevan a cada uno de los personajes a tomar dicha decisión. La novela perdería credibilidad, todo se echaría por tierra, si un día un alto ejecutivo de una de las multinacionales hoteleras más importanes de Francia tuviese la feliz idea de convetir sus hoteles en prostíbulos. Sin duda el autor hubiese podido expresar de igual forma sus tesis, pero la novela hubiese resultado un panfleto difícilmente publicable.

Para acabar, insistir en la idea de que toda narración ha de fluir en el siguiente orden, en un círculo que se realimenta a sí mismo:

Idea -> Personajes -> Trama generada por los personajes -> Desarrollo y pormenores de la trama que expresan la idea

3 comentarios:

  1. Gracias por la ayuda. Ha sido preciso y alentador

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  2. ¡Excelente artículo!. En realidad, todo lo que he leído en su página son como escuchar una clase del mejor nivel. Gracias por compartir sus conocimientos.

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  3. Leer tu artículo ha sido un gran alivio. Te agradezco muchisímo.

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